Azucena
Con la soledad vienes, azucena…
No…, vengo con la primavera.
La tristeza te acompaña, azucena…
No…, la blancura me rodea.
De noche llegas, azucena…
No…, de sol estoy llena.
Lágrimas derramadas, azucena…
No…, es rocío de las estrellas.
Mira el mundo, azucena…
¡Ay…, ahora siento la pena!
Papagayo
A veces como un canario
canta con voz cándida,
y otras veces como un cuchillo que reluce opacamente
en la penumbra de un callejuela de Shinjuku, Tokio,
nos amenaza.
Como dicen ?repetir como un papagayo?,
repetía siempre exactamente las palabras de eminencia gris
que dirige el mundo de falsedad y resentimiento,
parece que recientemente aprendió el arte de sustituir las palabras
como reemplazan el papel del examen.
Su gura de espaldas es espléndida y hechicera,
y su rostro oculta una trampa diabólica en su sonrisa inocente.
¡Mi papagayo!
No sé si llegará el día en que yo conrme con mis propios ojos
cómo te extinguieras en calma,
guardando tu belleza que se confundirá con lo sublime.
Azucena
Con la soledad vienes, azucena…
No…, vengo con la primavera.
La tristeza te acompaña, azucena…
No…, la blancura me rodea.
De noche llegas, azucena…
No…, de sol estoy llena.
Lágrimas derramadas, azucena…
No…, es rocío de las estrellas.
Mira el mundo, azucena…
¡Ay…, ahora siento la pena!
Papagayo
A veces como un canario
canta con voz cándida,
y otras veces como un cuchillo que reluce opacamente
en la penumbra de un callejuela de Shinjuku, Tokio,
nos amenaza.
Como dicen ?repetir como un papagayo?,
repetía siempre exactamente las palabras de eminencia gris
que dirige el mundo de falsedad y resentimiento,
parece que recientemente aprendió el arte de sustituir las palabras
como reemplazan el papel del examen.
Su gura de espaldas es espléndida y hechicera,
y su rostro oculta una trampa diabólica en su sonrisa inocente.
¡Mi papagayo!
No sé si llegará el día en que yo conrme con mis propios ojos
cómo te extinguieras en calma,
guardando tu belleza que se confundirá con lo sublime.
Azucena
Con la soledad vienes, azucena…
No…, vengo con la primavera.
La tristeza te acompaña, azucena…
No…, la blancura me rodea.
De noche llegas, azucena…
No…, de sol estoy llena.
Lágrimas derramadas, azucena…
No…, es rocío de las estrellas.
Mira el mundo, azucena…
¡Ay…, ahora siento la pena!
Papagayo
A veces como un canario
canta con voz cándida,
y otras veces como un cuchillo que reluce opacamente
en la penumbra de un callejuela de Shinjuku, Tokio,
nos amenaza.
Como dicen ?repetir como un papagayo?,
repetía siempre exactamente las palabras de eminencia gris
que dirige el mundo de falsedad y resentimiento,
parece que recientemente aprendió el arte de sustituir las palabras
como reemplazan el papel del examen.
Su gura de espaldas es espléndida y hechicera,
y su rostro oculta una trampa diabólica en su sonrisa inocente.
¡Mi papagayo!
No sé si llegará el día en que yo conrme con mis propios ojos
cómo te extinguieras en calma,
guardando tu belleza que se confundirá con lo sublime.
EL AUTOR Granadino de 1953, publicó su primero de poesía, Poema de la Alhambra, en 1974, su primera novela, La Armónica Montaña, en 1986, y su primer libro de ensayo, Tratado de la Alhambra hermética, en 1988, los tres sobre Granada, libros a los que han seguido otros muchos, en los tres géneros. La Crítica ha destacado en él su personalísimo estilo y su visión heterodoxa del mundo. Retirado en Auadix, se ha dedicado incansablemente a iniciativas culturales, como el aula Abentofail de poesía y pensamiento, así como a la crítica literaria con cientos de comentarios. Consta en numerosas antologías. Presidente honorario del Instituto Iberoamericano de Estudios Andalusíes, pertenece a la Academia de Buenas Letras de su ciudad natal. En 2014 recibió la Medalla de Oro de la provincia de Granada. En 2016, la Fundación Andrés Bello le concedió el premio a la Obra Narrativa Completa.
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